La Felicidad es: Ser de Corazón Puro

14 de septiembre de 2016

“Bienaventurados los de corazón limpios [puros], porque ellos verán a Dios”. – Mateo 5:8

¿Qué significa “pureza”? La pureza es una devoción centrada en Dios. Es lo opuesto a ser vacilante. Es lo opuesto a aquellas personas en la iglesia que permanecen en la “verja”, con un pie en el mundo y el otro en la iglesia, sin nunca haber entregado sus corazones por completo a Dios. La pureza es lo opuesto a la falsedad, hipocresía. La pureza es ser genuino. Es una lealtad devota. Pura es una persona sin astucia, que no tenga una segunda intención.

Esas características suenan muy buenas, ¿verdad? Sin embargo, la pureza no es algo que fácilmente se experimenta en nuestra vida. De hecho, la pureza es algo no natural debido a nuestra pecaminosidad. En Mateo 5:19-20, Jesús dice, “Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones (esto significa cualquier tipo de inmoralidad sexual), robos, falsos testimonios y calumnias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre”. Para resumir, lo que Jesús está diciendo es: “Mira. El problema real se encuentra en nuestros corazones pecaminosos. No somos puros por naturaleza. La pureza no es algo que logramos. La pureza viene de un corazón que ha sido limpiado. Es algo que recibimos por medio de una fe de arrepentimiento en Jesucristo”. La única manera de ser puro es siendo limpiado de cualquier impureza y la única manera de permanecer limpio y puros es confiando en Jesús con una devoción total.

Cuando hacemos eso, vemos a Dios. La mayoría de las religiones tienen el deseo de ver a Dios (tener experiencia con Dios). Pero, la mayoría de las religiones tratan con el hombre haciendo intentos de llegar a Dios. Quizás sea por medio de otros ritos diferentes de la religión o por medio de buenas obras y de la moralidad. Sin embargo, el cristianismo es muy diferente a todas las religiones del mundo. En el cristianismo, Dios ya ha alcanzado al hombre por medio de la revelación máxima de sí mismo en Jesucristo. Así que cuando Cristo murió en la cruz por nuestros pecados, Él nos ofreció la misericordia de Dios (algo que no nos merecemos). De hecho, recibimos el perdón de pecado. Con el perdón de nuestro pecado viene la limpieza o la purificación de parte de Dios. Cuando confesamos y nos arrepentimos de nuestro pecado, viene la limpieza a nuestra vida. Cada vez que caemos, y luego confesamos y nos arrepentimos, una y otra vez, viene el cambio. ¿Quieres ver a Dios? ¡Confía en Jesús para que te limpie y está completamente devoto a seguir a Jesús pase lo que pase!