UN GRITO DE TRIUNFO

27 de septiembre de 2012

«Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.» – Hebreos 12:2

Hemos estado discutiendo mucho acerca de los ensayos, la fe, la perfección y la alegría de estos últimos devocionales. Estas cosas vienen con el tiempo, como confiar en el Señor en diversas pruebas. Pero, no olvidemos el hecho de que Jesús, mientras que Él estuvo en la tierra, soportó muchas pruebas, muchas más. Y también entienda esto – Jesús era totalmente hombre y totalmente Dios. Eso es un concepto difícil de entender para nosotros. Sin embargo, en Getsemaní, cuando Él estaba orando, estaba tan lleno de estrés y la ansiedad que Lucas dijo que sudó gotas de sangre. Él entendió los horrores de la cruz. El suplicio en la cruz. Él soporto la agonía del sufrimiento prolongado.

Y dice Jesús menospreció la vergüenza de la cruz. No le gustaba la propia cruz. Despreciaba lo que pasó, el dolor que él pasó. Despreciaba la vergüenza que tuvo que lidiar con tomar todos nuestros pecados sobre sí mismo y de esa podredumbre y todos los de esa culpa. Sin embargo, en Jesucristo había alegría incluso en la realidad de enfrentarse a los horrores de la cruz. La Biblia nos dice en Hebreos 12:2 que. El cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz.

¿Por qué? Porque él estaba pensando en el resultado final. Él estaba tratando de lograr el propósito para el cual su Padre celestial le había enviado – para ser el Salvador del mundo, para pagar el castigo por nuestros pecados. Y es por eso que cuando llegó a la final de la prueba en la cruz, Él gritó en señal de triunfo. «¡Consumado es!» No, pero en la derrota en victoria, porque él había cumplido perfectamente lo que su Padre le había enviado a hacer.

Y así, en medio de todo esto, Cristo entendió la alegría del resultado final de lo que el Padre se lo llevó a hacer. Por lo tanto, vamos a estar seguros de que recordar el final del juego. Entonces, milagrosamente, se puede experimentar la alegría – incluso en nuestros más profundos ensayos – cuando no tiene ningún sentido humano en absoluto.