BUSCANDO LA SEGURIDAD

18 de junio de 2020

“Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo, también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?” Santiago 2: 24, 25

Nos encanta la seguridad. La buscamos: compramos seguro de vida, de hogar y para el automóvil. Tratamos de ahorrar para la jubilación. A veces incluso preferimos quedarnos en una relación malsana porque los problemas conocidos parecen más seguros que un futuro incierto en soledad.  Y aunque no hay nada de malo en prepararnos para lo inesperado y planear para un futuro mejor, si existe un problema si estamos buscando seguridad en las personas o en las cosas más que en Dios.

Rahab lo entendió muy bien. Rahab vivía en Jericó, la famosa y antigua ciudad, fuerte y fortificada. Aunque era sólo una pequeña nación de alrededor de 1200 personas, Jericó era conocida por su enorme muralla fortificada. La gente de Jericó había oído hablar del gran número de israelitas que acampaban en el desierto al otro lado del río Jordán. Los rumores de los milagros que Dios hizo a favor de Israel habían llegado a sus oídos. Sin embargo, la mayoría de la gente de Jericó confiaba en su muro artificial para protegerse de cualquier enemigo.  En su falsa seguridad nadie podía derribar sus defensas, ni siquiera el enorme ejército de los israelitas y su Dios de milagros. Rahab, sin embargo, creía en el poder del Dios de Israel y arriesgó su vida para proteger a dos espías israelíes. Cuando la ciudad cayó, Dios protegió a Rahab debido a su fe.

¿Qué hay de ti? ¿Dónde se encuentra tu seguridad? Si estás confiando en algo más que en Dios, es hora de reexaminarte. Porque no hay nada más seguro que poner tu vida en las manos de Dios. Él se ocupó de la vida de Rahab. Sin duda alguna, también puede ocuparse de la tuya.